La fortaleza abaluartada de Almeida (Portugal)

Garitas en las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Garitas en las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
La localidad portuguesa de Almeida se esconde tras unas formidables murallas en forma de estrella de doce puntas. Lo que más sorprende de la visita a esta bella población es el excelente estado en el que se encuentra todo su sistema defensivo, que puede recorrerse por completo, incluidas las casamatas a prueba de bombas en las que se refugiaba la población o el conjunto de puertas dobles y fosos que vemos tal y como y se las encontró el ejército napoleónico cuando asedió la plaza en 1810.

 

Almeida, una estrella en la frontera

Cañones, azulejos y murallas tras una de las fortalezas más significativas de Portugal

 

© Texto, vídeo y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO

 

La buena estrella de Almeida saltó hecha añicos la noche del 26 de agosto de 1810. Exactamente cuando un proyectil francés fue a parar sobre un barril de pólvora que unos soldados del interior de la guarnición estaban transportando desde el polvorín hacia las baterías de la fortificación. El pepinazo provocó una explosión en cadena que hizo brincar por los aires el castillo medieval, que hacía las veces de almacén de pólvora, llevándose por delante cerca de 500 soldados portugueses que defendían el baluarte de Almeida y a varios de los franceses atacantes, aplastados por el aluvión de piedras que se les vino encima. Cuando el humo se disipó, la localidad de Almeida había desaparecido. Según testigos presenciales solo seis casas seguían con el tejado en pie. Uno de los oficiales que vivió aquel día dejó escrito que fue lo más parecido a la explosión de un volcán. Aunque visto desde arriba debió de ser más como una estrella fugaz con su estela y todo.


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Quizás por eso una de las cosas que más sorprende en el recorrido por esta bella localidad de la frontera portuguesa es el excelente estado de conservación de su sistema defensivo: dos kilómetros y medio de murallas trazadas en forma de estrella de seis puntas con otros seis baluartes de forma triangular intercalados entre ellas. En total, y a vista de pájaro, una estrella perfecta que comenzó a construirse por el ingeniero Lassart en 1641 según el diseño de las fortificaciones que realizaba el arquitecto militar francés Vauban, después de que Felipe IV de España, en un asalto tras la Restauración, destruyera las anteriores defensas que protegían la ciudad. Cuando finalizaron, más de un siglo después, Almeida, la localidad que quedaba protegida en el interior de la estrella, se había convertido en un importante punto estratégico de la frontera portuguesa.

Puertas de San Francisco de la Cruz. Fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Puertas de San Francisco de la Cruz. Fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

No hizo falta esperar mucho para poner a prueba el trabajado sistema defensivo. En el contexto de la Guerra de la Independencia –que en Portugal se conoce como la Guerra Peninsular-, Almeida se situó en el punto de mira del ejército napoleónico. Si en un primer momento fue entregada, en 1807, al ejército francés bajo el mando del general Junot, no tardó en regresar a Portugal. La caída de Ciudad Rodrigo en manos francesas en 1810 obligó al ejército inglés de Wellington a retirarse tras el curso del río Coa, accidente natural que marca la frontera en esa zona. La idea de los ingleses era retrasar lo más posible el avance francés hacia Lisboa. Y en esos planes entraba que Almeida entretuviera a los franceses el tiempo suficiente como para que la llegada de las lluvias otoñales hiciera impracticable los caminos hacia Lisboa.

Entrada a una de las salas del Museo Histórico-Militar ubicado en las puertas de San Francisco de la Cruz. Fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Entrada a una de las salas del Museo Histórico-Militar ubicado en las puertas de San Francisco de la Cruz. Fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Pero los franceses avanzaban al mando del mariscal Massena, un ganador nato que no tardó en poner sitio a la fortificada Almeida y comenzar el acoso que finalizaría con la infortunada explosión acaecida el 26 de agosto de 1810. El desastre forzó la capitulación de la plaza al día siguiente. Pero la guerra siguió su curso: las tropas de Wellington recuperaron Almeida en 1811 tras la retirada del ejército francés que, para fastidiar, no dudó en volar de nuevo la guarnición en su huida.

Cañones en las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Cañones en las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Así las cosas, decía, pasma el grado de conservación de todo su sistema defensivo. Tanto como el encalado de las fachadas de las casas, el brillo de sus azulejos, el repintado de todas sus puertas y ventanas o que los coches sigan entrando a la población por las mismas puertas que lo hacían los soldados. Entre ellas la impresionante puerta doble de San Francisco, la primera que se topa el visitante que llega desde España, el lugar en el que se ubica la Oficina de Turismo y el punto desde el que resulta recomendable empezar el recorrido a pie por la plaza fuerte.

Trazado de las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Trazado de las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Como el resto de las puertas, la de San Francisco está formada por dos túneles abovedados construidos en curva y separados por el foso de 12 metros de profundidad que rodea por completo la fortificación. En cada uno de los tramos hay espacio, además de para el tránsito, para las estancias destinadas al cuerpo de guardia. En la primera de ellas se ubica una de las dependencias del Museo Histórico-Militar de Almeida y, tras pasar el foso, la Oficina de Turismo. Además de solicitar la información pertinente, resulta recomendable sacar una entrada conjunta a los tres espacios museísticos que pueden visitarse en Almeida. 

Interior del Museo Histórico-Militar de Almeida ubicado en las casamatas de la fortificación. Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Interior del Museo Histórico-Militar de Almeida ubicado en las casamatas de la fortificación. Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Desde la misma oficina también recomiendan comenzar el paseo por las murallas en el sentido contrario al de las agujas del reloj. Es decir, hacia la derecha nada más traspasar las puertas del recinto amurallado. Paseando por lo alto de las murallas o por el camino de ronda se alcanza en breve el espacio principal del Museo Histórico-Militar de Almeida. Ocupa el interior de las casamatas del baluarte de São João de Deus, las veinte estancias semisubterráneas que permitían refugiarse a la población cuando llovían bombas del cielo. Construidas con grandes bloques de granito sin aperturas al exterior pero con conductos de ventilación y aljibes fueron utilizadas para ponerse a salvo del fuego enemigo durante los largos periodos que podía durar un asedio. El paseo por el museo, que discurre por el interior de varias de estas casamatas, es también una lección sobre los diferentes periodos históricosde la nación vecina.

Garitas en las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Garitas en las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

De nuevo en el exterior, resulta conveniente abandonar el recinto fortificado por la siguiente puerta –de hechuras modernas- y acercarse hasta el revellín que se ve enfrente. Unas escaleras permiten encaramarse a su zona alta y pasear así por lo que fue un antiguo cementerio del que han sobrevivido tres solitarias lápidas. Unas migajas de lo que, a juzgar por el denso historial de ataques sufridos, debió de parecer en su día un dominó gigante. Desde él se accedía por un puente levadizo al hospital de sangre o polvorín –dependiendo de la conveniencia- habilitado en una sala abovedada del interior del revellín.

La plaza Alta. Fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
La plaza Alta. Fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

De regreso al interior de la estrella el paseo se retoma en el mismo sentido para llegar a la plaza Alta, situada sobre el baluarte de Santa Bárbara. Allí es un árbol solitario el que, al borde del precipicio, da sombras a las melancolías.

El siguiente alto se realiza en el Picadero del Rey. Está formado por un conjunto de edificios que en su momento funcionaron como Tren de Artillería, el taller en el que se trabajaban las forjas y se reparaba la maquinaria de guerra de los constantes destrozos. Ahora sirve de pulcro picadero en el que se dan clases de equitación, paseos a caballo o en carroza a quien lo pida. Del otro lado del paseo de ronda quedan los cimientos del antiguo castillo de Almeida. Lo que falta es lo que voló por los aires.

Cuadras del Picadero del Rey. Fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Cuadras del Picadero del Rey. Fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

También junto al castillo se localiza la puerta de San Antonio, otro paso construido a prueba de bombas y en curva –para dificultar el paso de atacantes- por el que nosotros salimos ahora para alcanzar el Centro de Estudios de Arquitectura Militar ubicado en el interior del revellín de San Antonio, donde lo más interesante para el turista es el pase de un vídeo corto en el que se da idea –en portugués- del armonioso conjunto que forman población y murallas.

Cementerio militar ubicado sobre las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Cementerio militar ubicado sobre las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Desde aquí el paseo por la localidad puede realizarse sin rumbo fijo. Es la mejor manera de apreciar el encanto de una población que, a pesar de los golpes que da la vida, conserva las hechuras con las que se volvió a levantar hace doscientos años. 

Fachada de una casa. Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Fachada de una casa. Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

EN MARCHA. A Almeida puede llegarse desde Salamanca por la A-62 hasta la frontera con Portugal, en Fuentes de Oñoro. Nada más pasar la frontera un desvío señalizado lleva hasta Almeida en 19 kilómetros.

INFORMACIÓN. La Oficina de Turismo y los museos cierran los lunes. Los museos abren, de martes a domingo de 10 a 12 y de 14 a 17-17.30 h., hora portuguesa. www.cm-almeida.pt


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