Iglesias y palomares en la Tierra de Campos palentina

Palomar. Localidad de Támara.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Palomar. Localidad de Támara.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Un viaje de contrastes por la Tierra de Campos palentina para disfrutar de la enormidad de algunos de sus templos y la belleza rústica de algunos de los palomares que aún perviven en ella. La cría de palomas es una ancestral tradición de Tierra de Campos introducida por los romanos.

HORIZONTES DE IGLESIAS Y PALOMARES

© Texto, fotografías y vídeo: JAVIER PRIETO GALLEGO

A veces pasa que el pasmo que produce la contemplación de los grandes monumentos deja el ojo y la mente tan deslumbrados que se ciega hasta el gusto. Pasa que embobados por la grandiosidad de los enormes templos que cabalgan sobre el paisaje de nuestra Tierra de Campos apenas dejamos tiempo y ganas para merodear las afueras de los pueblos que los acogen. Parece como si solo merecieran asombro el retablo, el capitel y la reja del coro. Claro que el asombro es libre y puede estar ya bien saciado. Aunque también es posible que esté a falta de oportunidades. Y a menudo, por eso viajamos, para darle de comer.

Vídeo del reportaje «Horizontes de historia y palomares» © Javier Prieto Gallego

Viene todo esto a cuento de lo desapercibidos que acostumbran a pasar en un viaje elementos tan del paisaje castellano como las fuentes, los cruceros, las bodegas o los palomares. Para muchos, estos últimos podrían ser un emblema del paisaje castellano más austero, tan de bandera como los hórreos en Asturias o Galicia o los caseríos del País Vasco. De hecho, aunque palomares hay en otras regiones de España y en otras comarcas de Castilla y León, los palomares terracampinos son una auténtica seña de identidad, un rasgo distintivo con personalidad y características propias que, por desgracia, resulta cada vez más raro.

Centro Temático del Palomar. Localidad de Santoyo.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Centro Temático del Palomar. Localidad de Santoyo.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

 Es creencia general que el uso del palomar en estas llanuras cerealistas procede de la colonización romana. Que a ella se debe la técnica para tener a mano a un pájaro silvestre de tendencia gregaria: la paloma. Y también sus formas constructivas, el uso de los materiales de la tierra y un diseño que, con ocho o nueve variantes, “no sólo decora y amuebla el paisaje: lo calienta”, tal como apuntó Miguel Delibes. Dicen que de ella se heredó ese perfil de casa señorial que algunos tienen, cuadrangular, cerrada al exterior pero abierta a un pequeño patio interior, como una diminuta mansión romana pero pensada para que la habitaran los muertos. Porque hay quien ve, también, un reflejo claro entre los columbarios romanos, los nichos en los que los romanos depositaban las urnas con las cenizas de sus muertos, y las horacas o nidales que pespuntean las paredes de los palomares.

Palomar derruido en la localidad de Támara.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Palomar derruido en la localidad de Támara.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Aunque hay varias razas, la bravía (columba livia) y la zurita (columba zurita) han sido siempre las más frecuentes en los palomares de Tierra de Campos. Y tenerlas a mano significó durante siglos la posibilidad de un aporte energético suplementario: la carne de pichón, un lujo al alcance de quienes tenían en su posesión un palomar. Su consumo, tras caer en desuso, volvió hace ya unos años para degustarse en los figones como un manjar exquisito. Como beneficio añadido, la cría en palomar aportaba la recogida de los excrementos, el guano o palomina, que molido y combinado con ceniza se convertía en un excelente abono para huertas y regadíos. Y muy en especial para el cultivo de los naranjos valencianos, hasta donde viajaba por toneladas.

Palomar. Localidad de Támara.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Palomar. Localidad de Támara.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Por otra parte, el uso y disfrute de un palomar, además de un rasgo distintivo del paisaje, también lo fue, tal como se recoge en ordenanzas de la Edad Media, un rasgo de distinción de las clases sociales más pudientes. Su tenencia y disfrute estaba regulada. Andando los siglos, sucedió que el propio mantenimiento de los palomares a lo largo del año era una carga que no todo el mundo podía soportar. El alimento habitual de estas aves es el grano de cereal y leguminosas, por eso cuando ya están recogidas las cosechas y se encara el largo invierno castellano hay que darlas de comer prácticamente a diario. Y hay palomares con muchos cientos de palomas. 

Horacas o nidales de un palomar hundido. Construido en 1885. Localidad de Santoyo. Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Horacas o nidales de un palomar hundido. Construido en 1885. Localidad de Santoyo. Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Pero si el palomar encaja tan bien en el sobrio paisaje castellano de las planicies cerealistas es porque su materia prima más habitual es el mismo barro sobre el que descansa. Un barro frágil, tan moldeable como efímero, excelente aislante térmico y sonoro que convierte el interior de estas construcciones en penumbrosos refugios de aire conventual; en oasis de una oscuridad que la luz rompe a cañonazos al colarse por las troneras; en una cueva de cuevas que las palomas colonizan mientras encuentren a mano el alimento y el agua que necesitan para sacar adelante sus proles. Un barro que en su blandura y fragilidad lleva implícita la necesidad de un mantenimiento del que no requieren otros materiales constructivos. Un barro que, cuando se abandona, se deshace tan lentamente como una azucarillo. Y es entonces cuando, como soldados medio destripados en mitad de un campo de batalla, piden a gritos que alguien remate su agonía

Y así están ya muchos de ellos. El cambio en los usos agrícolas durante la segunda mitad del siglo XX, los pesticidas, las desaparición de los grandes latifundios, el despoblamiento del mundo rural o la pérdida de valor de lo que daban ha propiciado el abandono de muchos de ellos. Y, por las mismas razones, cada vez sorprende más ver cómo algunos se han rehabilitado siguiendo las formas tradicionales y, casi siempre por razones de amor propio, continúan en uso.

Retablo mayor renacentista de la iglesia de San Juan Bautista. Localidad de Santoyo.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Retablo mayor renacentista de la iglesia de San Juan Bautista. Localidad de Santoyo.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

El viaje que hoy proponemos es un viaje de contrastes. No es la zona de Tierra de Campos con más palomares ni con los más llamativos pero combina bien la grandeza de sus renombrados monumentos con la posibilidad de acercarse hasta algunas de estas construcciones tradicionales.

Iglesia de San Juan Bautista. Localidad de Santoyo.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Iglesia de San Juan Bautista. Localidad de Santoyo.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Y buen lugar para empezar puede ser la localidad palentina de Santoyo. Allí tienen en marcha un Centro Temático del Palomar –cierra entre diciembre y abril- en el que establecer una primera toma de contacto. Además de aprender cómo son las rutinas en el funcionamiento de un palomar es posible espiar en directo a través de una cámara de televisión lo que pasa en el interior de uno de ellos. La mayor agrupación de palomares se localiza en la salida hacia Astudillo. En medio de la localidad se alza la monumental iglesia de San Juan Bautista, con un espectacular retablo del siglo XVI. Mucha atención merece también el órgano o la propia estructura del templo, con una cabecera gótica que parece desproporcionada con relación a la planta románica de la primitiva iglesia. En las afueras del pueblo, hay que dar una vuelta por el “barrio” de las bodegas, donde se sitúa también el Pósito y restos de las murallas que circundaron la población.

4/10/2007. Iglesia de San Hipólito. Edificio gótico de finales del siglo XIV al XVI. Localidad de Támara. Comarca de Tierra de Campos. Camino de Santiago. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Iglesia de San Hipólito. Edificio gótico de finales del siglo XIV al XVI. Localidad de Támara. Comarca de Tierra de Campos. Camino de Santiago. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Cinco kilómetros separan esta localidad de Támara y su monumental templo de San Hipólito, varado entre las bodegas que horadan el cerro en torno al que se dispersa el pueblo. Por la zona en la que se alza la iglesia arrancan un par de caminos que permiten acercarse hasta algunos de los palomares cercanos a la población. Se alzan sobre los mismos campos que se tiñeron de sangre en la batalla del 4 de septiembre de 1037. El enfrentamiento entre el rey Bermudo III de León y Fernando I de Castilla acabó con la muerte del primero y el posterior proceso de unificación, por vez primera en la historia, de los reinos de León y de Castilla. También, como Santoyo, tiene bodegas, restos de murallas y, además, un museo etnográfico ubicado en la ermita del Castillo.

La iglesia de San Hipólito de Támara vista a través de un palomar derruido. Localidad de Támara.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
La iglesia de San Hipólito de Támara vista a través de un palomar derruido. Localidad de Támara.Tierra de Campos. Palencia. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Tres kilómetros más conducen hasta Piña de Campos y su iglesia de San Miguel. Y otros cinco llevan hasta Amusco con un templo tan grande y desmesurado, San Pedro, que se ha hecho común el apelativo de «el pajarón de Campos». Además de ver el interior hay que buscar, por fuera, la portada sur, románica. Y, si está abierto, entrar en el restaurante La Sinagoga. En su parte baja se ven los restos intactos de la sinagoga con que contó la judería de Amusco. Junto al cementerio queda la ermita románica de Nuestra Señora de las Fuentes. En esa zona y del otro lado de la carretera de Villoldo encontramos los últimos palomares de este viaje.


INFORMACIÓN. Santoyo: Centro Temático del Palomar, abierto de abril a diciembre, tel. 616 475 307; Web del Ayuntamiento, santoyo.es. Támara: Ayuntamiento, tel. 979 81 02 59. Piña de Campos: iglesia y museo, tel. 979 15 30 14. Amusco: Ayuntamiento, tel. 979 80 22 33.


Y así se publicó en papel
121214-Historia-y-palomares-portada
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