La Ruta del Hereje en Valladolid

Ruta teatralizada de El Hereje. Palacio de Fabionelli. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Ruta teatralizada de El Hereje. Palacio de Fabionelli. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Seguir los pasos de los protagonistas de la novela El Hereje, de Miguel Delibes, por las calles de Valladolid es una estupenda manera de adentrarse por el Valladolid del siglo XVI, su época de esplendor, y conocer algunos de sus monumentos más importantes. Recuerda que reservar tus alojamientos a través de SIEMPRE DE PASO me ayuda a generar contenidos gratuitos para que los disfrutes.
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO

Miguel Delibes, un escritor profundamente ligado a Valladolid, plasmó en su novela El hereje la vida cotidiana de la ciudad a mediados del siglo XVI junto a los acontecimientos que precedieron los autos de fe celebrados en la plaza Mayor en 1559, que terminaron con la mayor parte de los acusados quemados en la hoguera. Gracias al minucioso trabajo de documentación realizado por Delibes es posible reconocer muchos de los rincones de aquel Valladolid cortesano y seguir algunas de las peripecias de los personajes protagonistas de aquel acontecimiento. La acción se sitúa en el momento convulso en que tiene lugar la escisión de la Iglesia provocada por Lutero mientras en Valladolid un grupo de personas, movidas sobre todo por la curiosidad, siguen las enseñazas del doctor Cazalla. El paseo discurre por los principales escenarios de esta historia y recuerda algunos de sus personajes

MAPA DE LA RUTA DEL HEREJE POR LAS CALLES DE VALLADOLID

1- Plaza de San Pablo

Cipriano Salcedo, el protagonista de la novela de Delibes, viene al mundo en la casa que la familia Salcedo habitaba en la Corredera de San Pablo. Ese era el nombre que en aquel entonces, 31 de octubre de 1517, recibía la actual calle de las Angustias, una de las principales vías de acceso a la plaza de San Pablo. En aquel tiempo se trataba de una larga calle que había heredado el trazado propio de la vía que circunvalaba el exterior de la primitiva muralla medieval de la ciudad. Los Salcedo vivían, pues, junto al que, en unos pocos años, sería el cogollo aristocrático de la ciudad, el corazón de una Corte, entonces itinerante, que ya acostumbraba a recalar con tanta frecuencia en ella que pasaba por ser permanente. Muy poco después de nacer Cipriano Salcedo vendría al mundo, el 21 de mayo de 1527, Felipe II, quien a la postre sería el culpable del trágico final del protagonista, en el palacio que hacía esquina entre la plaza de San Pablo y la Corredera, perteneciente a la familia de los Pimentel y actualmente sede de la Diputación Provincial.

Colección de azulejos en los que se narra la historia de Valladolid. Zagüán del Palacio de Pimentel. plaza de San Pablo. Valladolid. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Colección de azulejos en los que se narra la historia de Valladolid. Zagüán del Palacio de Pimentel. plaza de San Pablo. Valladolid. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

La plaza de San Pablo fue a lo largo del siglo XVI el espacio público por excelencia de la ciudad. Aquel cuadrilátero irregular en cuyo centro tenían lugar fiestas palaciegas, recepciones de reyes y embajadores, desfiles solemnes o corridas de toros quedaba delimitado, hacia el norte, por la fachada de la iglesia de San Pablo y el convento adyacente; hacia el sur por el caserón palaciego que comprara en su momento Francisco de los Cobos, Secretario del Emperador Carlos I, y que, con el traslado momentáneo de la Corte de Felipe III a Valladolid pasaría a convertirse en palacio Real; por el oeste más palacios y casonas, hoy desaparecidos; y por el este, ofreciendo su fachada a la citada Corredera, el palacio de Pimentel. La relación de amistad que el conde de Rivadavia, propietario de este palacio, profesaba al emperador Carlos I, lo convertía en la residencia habitual del emperador las numerosas veces que paraba en Valladolid, hasta el punto de que fue el lugar escogido por la pareja real para el nacimiento de su hijo Felipe. El bautizo del joven príncipe tuvo lugar el 5 de junio de 1527 en la iglesia de San Pablo, en medio de una fastuosa celebración.

El recorrido por la plaza debe incluir la visita al interior de la iglesia de San Pablo, el palacio Real y el zaguán y patio del palacio de Pimentel.

Escalera Imperial. Palacio Real. Valladolid. Castilla y León. España, 2008 © Javier Prieto Gallego
Escalera Imperial. Palacio Real. Valladolid. Castilla y León. España, 2008 © Javier Prieto Gallego

En la actual calle Cadenas de San Gregorio, a unos pocos metros de la plaza, se localiza el conjunto de edificios que conforman el Museo Nacional de Escultura, cuya visita resulta también imprescindible para apreciar el contexto artístico, y sobre todo religioso, que envolvía el Valladolid de la época en la que se desarrolla la novela del Delibes: a lo largo de los siglos XVI y XVII el trabajo de los imagineros que tenían en la ciudad sus talleres alcanzará una repercusión internacional, elevando la calidad de sus obras hasta cimas no conocidas con anterioridad. Además de la colección de escultura en madera policromada, que lo convierte en el mejor en su género, el museo aloja muchas otras piezas de interés y numerosas piezas de arte pertenecientes a conventos e iglesias de la ciudad que acabaron por desaparecer con el paso de los siglos.


EL HEREJE


La novela, publicada por Miguel Delibes en 1998, muestra la vida en el Valladolid de 1517 a través de la figura de Cipriano Salcedo, con el cisma de la iglesia provocado por Lutero como trasfondo. La ciudad aparece como escenario de la historia del único hijo de un rico comerciante de lanas y fabricante de ropas que nace en uno de los momentos más convulsos y fanáticos que ha vivido la Iglesia española. El contacto que merced a su negocio de la lana tiene con los países del norte de Europa le acerca hasta las teorías de Lutero y aquí, en Valladolid, con el círculo que auspiciaba el doctor Cazalla. Más por razones de afecto y curiosidad que por convicción religiosa Cipriano se ve envuelto en el proceso inquisitorial que acabará con la muerte en la hoguera de casi todos sus seguidores. El autor quiso que esta novela, con la que ganó el Premio Nacional de Narrativa, fuera la última de su carrera.

2- El palacio del Licenciado Butrón

Por la calle del León y después por la de San Diego, o sea, rodeando por completo el palacio Real, se alcanza la plaza de Santa Brígida. Frente a la fachada trasera del palacio Real, y cerrando uno de los laterales de la plaza, se localiza el gigantesco palacio del Licenciado Butrón. Sólo por sus dimensiones exteriores se puede calibrar la importancia social que llegaron a tener los funcionarios relacionados con la Real Chancillería de Valladolid. El licenciado Francisco Butrón, con capilla funeraria propia en la iglesia en San Benito, era oidor y abogado de la Chancillería, una institución cuya importancia para el desarrollo de la ciudad fue incluso superior al propio asentamiento de la Corte en la ciudad. Una vez que la Corte se ubicó definitivamente en Madrid, a comienzos del siglo XVII, la Chancillería siguió siendo el eje alrededor del cual giraba gran parte de la economía de la ciudad. Este organismo, que ejercía como Tribunal Superior de Justicia del reino, era competente en todos los asuntos judiciales que acontecían desde la raya del Tajo hacia el norte. Y eso suponía un trasiego incesante en la ciudad de gentes llegadas desde los más remotos lugares para resolver asuntos pendientes con la Justicia, lo cual significaba, en no pocas ocasiones, tal como le sucedería al propio Cervantes, una dilatada estancia en ella hasta que las sentencias se hacían firmes.

Al mismo tiempo, el funcionamiento de este organismo, que estaba situado en el palacio de los Vivero, implicaba a un voluminoso cuerpo de funcionarios necesario para que el engranaje de la justicia llegara a buen puerto: oidores, escribanos, jueces, abogados, secretarios, procuradores. De todos ellos, los oidores, como el Licenciado Butrón o el propio tío de Cipriano Salcedo, se encontraban entre los funcionarios reales más prestigiosos. Eran nombrados directamente por el rey e incluso precedían a los miembros del Tribunal de la Inquisición en las ceremonias oficiales.

La relevancia de Francisco Butrón como funcionario de la Chancillería, y el poderío económico que su trabajo le reportaba, no sólo se manifiesta en el tamaño del caserón que se mandó construir o en la capilla que se reserva para ser enterrado en la iglesia de San Benito, también en la situación de su casa, justo detrás de la de Francisco de los Cobos, Secretario del Emperador Carlos I, y en la del arquitecto que le redacta el proyecto, Francisco de Salamanca, encargado también de la reconstrucción de la plaza Mayor después del incendio de 1562. Las obras fueron dirigidas por Juan de la Lastra. El origen de todo el edificio está en una herencia que el licenciado recibió tras la muerte de su esposa, doña María de Rojas, en 1557, a la que él añadiría varias casas más.

En 1637 el edificio pasó a manos de las religiosas de Santa Brígida, quienes en 1692 comienzan a levantar la iglesia adyacente y las reformas necesarias para su uso conventual y, desde mediados del siglo XIX, también en colegio de niñas. En la actualidad es sede del Archivo General de Castilla y León.

Palacio del licenciado Butrón. Plaza de las Brígidas. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Palacio del licenciado Butrón. Plaza de las Brígidas. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

3- Plaza del Viejo Coso

Con una de sus dos entradas por la calle de San Ignacio esta entrañable plaza, uno de los rincones secretos de la ciudad, nada tiene que ver con la novela de Delibes, si bien se abre sobre los solares que ocuparan con anterioridad el palacio del conde de Salinas y el hospital de los Pobres. Lo que hoy es un apacible patio de vecindad de forma octogonal no es otra cosa que la plaza toros inaugurada el 15 de septiembre de 1833, constituyéndose como el primer espacio estable para la lidias de los toros con que contó la ciudad. Anteriormente habían existido otros en Valladolid, pero todos ellos con carácter circunstancial, de quita y pon, en función del festejo a realizar. Con anterioridad a esta plaza, la lidia de toros se celebraba ocasionalmente en el Campo Grande, la plaza Mayor o la plaza de las Brígidas. Su forma octogonal es semejante a otras realizadas en esa época, como las de Granada y Cádiz.

Plaza del Viejo Coso. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Plaza del Viejo Coso. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

Fue construida como una plaza exenta de construcciones a su alrededor, excepto por la parte que lindaba con el palacio de Fabionelli, con una capacidad para 9.000 espectadores que se repartían a lo largo de sus dos pisos con balcones y la grada. Durante los pocos años que estuvo en uso sirvió también para la celebración de diversos espectáculos e incluso como habitual coso circense. La creciente afición taurina de la ciudad hizo que el aforo se quedara pequeño a finales del siglo XIX. Es el 20 de septiembre de 1890 cuando se inaugura la actual plaza de toros de Valladolid, en un lateral del paseo de Zorrilla, con capacidad para 14.000 espectadores, con un festejo en el que participaron famosos diestros del momento: Lagartijo, Espartero y Guerrita.

Tras quedar sin uso esta, la plaza del Viejo Coso fue reutilizada como cuartel de la Guardia Civil y, ya a finales del siglo XX, reconvertida en el grupo de viviendas y locales que es hoy.

4- Palacio de Fabio Nelli

Museo de Valladolid
Plaza de Fabio Nelli
Tel. 983 35 13 89
Horario: octubre-junio, martes-sábado, 10.00-14.00 y 16.00-19.00; domingo, 10.00-14.00. Julio-septiembre, martes-sábado, 10.00-14.00 y 17.00-20.00; domingo, 10.00-14.00.

La calle de San Ignacio alcanza una encrucijada a la que se asoman dos de los palacios señoriales más ostentosos del Valladolid del XVI: el palacio de los Valverde, haciendo esquina, y el palacio de Fabionelli, con la fachada algo retraída dejando espacio para una pequeña plaza.

El siglo XVI es en Valladolid también el tiempo los mercaderes y, a la par, de los banqueros. El comercio sienta las bases de su funcionamiento moderno en la cercana Medina del Campo, convertida en ese momento en la principal plaza de intercambio monetario del mundo. El mercado de la lana está en auge y algunos pocos privilegiados logran amasar inmensas fortunas, unas fortunas que muchos necesitan para dar el paso en el escalafón y convertirse en nobles, como intenta el propio Cipriano Salcedo en la novela. Uno de los personajes más ricos de aquel Valladolid es el banquero de origen italiano, aunque nacido en Valladolid, Fabio Nelli de Espinosa. Hijo del banquero sienés Alfonso Nelli, Fabio alcanzó una fortuna más que considerable mientras residió en Sevilla al cargo de los cada vez más suculentos negocios que proporcionaba la exploración de América, si bien mantuvo durante su vida un interés por la cultura y el humanismo que transmitió en el momento de levantar su palacio. Para ello tuvo que adquirir antes varias casas al conde de Osorno y encargarle el proyecto de residencia a Juan de la Lastra en 1576. Sin embargo, la realización de este ambicioso edificio llevará un tiempo a lo largo del cual varios arquitectos se harán cargo de distintas partes, como Hernando de Loaisa, que en 1586 decora con temas mitológicos el interior, Francisco de la Maza, responsable de la escalera palacial y el patio, o Pedro de Mazuecos que será el responsable de la fachada y la unificación estilística y espacial del edificio. El resultado final es un palacio de aires clasicistas –el mejor de Valladolid- y evidente regusto italiano. La puerta de entrada aparece enmarcada por dos poderosos torreones. Sobre la puerta se lee la consigna solideo honor & gloria -al dios-Sol honor y gloria-, un brindis realizado a Felipe II por atender sus deseos de hidalguía y nobleza.

Patio del palacio de Fabio Nelli. Museo de Valladolid. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Patio del palacio de Fabio Nelli. Museo de Valladolid. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

El palacio es sede, desde 1967, del Museo de Valladolid, cuyos orígenes están en el Museo Provincial de Antigüedades creado en 1879. Consta de dos secciones. La de Arqueología se organiza en 10 salas de la planta baja y de la primera planta, y la sección de Bellas Artes, que ocupa ocho salas de la segunda planta. El contenido de la sección de Arqueología abarca desde el Paleolítico hasta la Alta Edad Media, con piezas muy representativas para comprender el discurrir de la historia local y provincial. Por su relevancia, destaca el conjunto de piezas campaniformes de Fuente de Olmedo o los tesoros que han ido apareciendo en las excavaciones de la población celtibérica de Padilla de Duero, muy próxima a Peñafiel. La sección de Bellas Artes recoge una amplia selección de piezas que incluye desde armaduras, marfiles, tapices, pinturas, mobiliario o cerámicas. Sobresale la colección de pinturas murales del convento de San Pablo, en Peñafiel, y el conjunto sepulcral del infante don Alfonso.

Haciendo esquina con la calle Expósitos se alza el palacio de los Valverde, también del siglo XVI y también con el aire italianizante del que tanto gustaba la aristocracia emergente del momento. En este caso, propio de un estilo florentino que se manifiesta tanto en el uso del almohadillado que enmarca la puerta y algunas ventanas como en la disposición de las ventanas en ángulo y, sobre todo, en los dos delicados medallones que rematan, junto al escudo nobiliario, la parte superior de la esquina con dos figuras femeninas dispuestas como si se asomaran permanentemente desde una ventana para disfrutar con las idas y venidas de sus vecinos. También sobre la puerta principal se abre una ventana a la que flanquean dos figuras, un hombre y una mujer a los que la leyenda identifica como la marquesa de Valverde y su amante, obligados a mostrarse en público como escarnio por su pasión.

5- Iglesia de San Miguel y San Julián

Concepción, 3
Tel. 983 35 30 59
Se visita en horario de culto

La primitiva iglesia de San Miguel se alzaba en lo que los historiadores consideran el cogollo del Valladolid más primitivo, la actual plaza del San Miguel. Ese sería el núcleo fundacional en torno al cual comenzaría el desarrollo de la ciudad, cuyo corazón pronto se desplazaría hacia el sur, y ese era el lugar en el que se levantaba el templo más antiguo de Valladolid hasta que una cédula extendida por Carlos III el 22 de agosto de 1769 ordenaba la fusión de las parroquias de San Miguel y la contigua San Julián en una sola. La fusión se llevó a cabo trasladando todos los tesoros que acaparaban ambas a la iglesia que había quedado vacía tras la expulsión de los jesuitas, en ese mismo siglo XVIII. Tras vaciarlos, ambos templos fueron derribados en septiembre de 1777 mientras que el solar que ocupaban dejó espacio para la plaza que hoy recuerda en su nombre la advocación de San Miguel.

La actual iglesia de San Miguel y San Julián, que también recuerda en su nombre la fusión de ambas parroquias, es el templo que habían levantado los jesuitas en 1591 tras derribar el que tuvieron en primer lugar. La estructura del templo y su disposición recuerda con mucha aproximación a la colegiata que la Compañía tiene en Villagarcía de Campos. Su interior atesora una importante colección de obras de arte, de la que forman parte un buen número de tallas realizadas por Gregorio Fernández y su escuela. Las figuras de san Gabriel, san Rafael, y las de san Miguel, san Pedro, san Pablo, san Felipe y Santiago –en el retablo mayor- proceden del derruido templo de San Miguel, para donde fueron realizadas por Gregorio Fernández en 1606. También de este autor pueden verse las figuras orantes, en alabastro, de los condes de Fuensaldaña, de impresionante calidad.

Mención aparte merece la capilla de la Buena Muerte, cuyo retablo pasa por ser una de las mejores obras –si no la mejor- del barroco en Valladolid. La parafernalia escultórica es obra de Pedro Sierra, mientras que el Cristo Yacente que está a los pies es -otra más- una talla de Gregorio Fernández. También la sacristía guarda obras de interés, como las pinturas con copias de obras de Rubens, o el Relicario, con bustos realizados por Gregorio Fernández.

6- Palacio de los Benavente

Plaza de la Trinidad, 2
Horario de apertura de la biblioteca: lunes-viernes, 8-22 horas. Sábado, 8-15 horas.
Tel.: 983 35 85 99

La calle Expósitos, que bordea por un lateral el palacio de Fabio Nelli, conduce hasta la plaza de la Trinidad permitiendo adentrarse en la zona en la que estuvo situada la antigua judería de Valladolid. El nombre de la calle recuerda la función de Orfanato que cumplió el principal edificio de esa plaza, el mastodóntico palacio de los Benavente.

En esta zona de la judería la familia Salcedo tenía su almacén de lanas, muy cerca del histórico puente Mayor, único medio de salvar el Pisuerga para conducir su mercancía primero hasta la ciudad de Burgos y después hacia los mercados de Flandes.

El palacio de los Benavente, hoy reconvertido en Biblioteca Pública de Castilla y León, fue uno de los edificios fundamentales del Valladolid cortesano. Hasta tal punto que llegó a ejercer el papel de palacio real, acogiendo la estancia del rey Felipe III en tanto se terminaban las obras de acondicionamiento del de la plaza de San Pablo, o el nacimiento de una infanta que, andando el tiempo llegaría a ser reina de Francia. Merece la pena recordar que la calle San Quirce, a la que se asoma la plaza, en tiempos de Felipe III y el duque de Lerma constituía la vía principal por la que discurrían las escapadas de la Corte hacia el río Pisuerga, donde se practicaban juegos o caza. De hecho, en la otra orilla existía un palacio de recreo rodeado de huertas y jardines cuyo recuerdo ha quedado en el nombre del barrio que se levanta allí: Huerta del Rey. Para todo ello existían, o se levantaban con madera de manera provisional, pasadizos de madera que comunicaban los diferentes palacios de la plaza de San Pablo con este de la Trinidad y las orillas del río.

UNA VALLISOLETANA, REINA DE FRANCIA
Algo chocante sí que resulta que la única reina nacida en Valladolid y personaje novelesco destacado de una de las obras más conocidas de la literatura universal, Los tres mosqueteros, naciera en el palacio de los condes de Benavente, andando el tiempo una de las bibliotecas más importantes de Castilla y León. Casi con la Corte recién instalada en Valladolid, el 22 de septiembre de 1601 daba a luz en él la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, a la infanta María Mauricia. La reina se había negado a hacerlo en el palacio de los Pimentel, donde naciera Felipe II, por la mala experiencia que en él tuvo la primera esposa de Felipe II, que falleció como consecuencia del mal parto que tuvo en el nacimiento del infante Carlos. La infanta María Mauricia, a la que se atribuye una gran belleza, se casó con el rey de Francia, Luis XIII, cuando ambos contaban 14 años. Alejandro Dumas la hizo protagonista de Los tres mosqueteros, que intentaban salvarla de las intrigas del cardenal Richelieu, quien la acusaba de un romance con el duque de Buckingham.

En el siglo XVIII se ubicó en él la Real Casa de la Misericordia, el hospicio de pobres y niños, cuya función se mantendría casi hasta finales del siglo XX.

Los otros edificios religiosos que se asoman a la plaza son la iglesia de San Nicolás y, en frente del palacio, el monasterio de San Quirce. La parroquia de San Nicolás ocupa el monasterio de que perteneció a los Trinitarios Descalzos, tras el derribo a principios del siglo XIX de la iglesia que existía junto al puente Mayor. Cada lunes la plaza y la iglesia registran un populoso trasiego de personas entrando y saliendo del templo para cumplir con la arraigada devoción de las caminatas de san Nicolás. En su interior se venera la imagen de la Virgen de Nuestra Señora de Prado, del siglo XIII. Esta talla llegó procedente del monasterio de Nuestra Señora de Prado, en el que se la veneraba, tras la Desamortización y arrastra consigo la creencia de que gracias a ella fue posible el descubrimiento de América. Sucedió en la primera de las tres visitas que Colón realizó a Valladolid. En aquella ocasión trataba de explicar a los Reyes Católicos su proyecto. Pero resultaban del todo inaccesibles, así que se dirigió al monasterio de Nuestra Señora de Prado para entrevistarse con fray Hernando de Talavera, prior del convento y confesor de la reina para que intercediese por él. El prior prometió a Colón su mediación, pero le pidió a cambio que orara ante la Virgen del convento. Colón pasó toda una noche rezando ante esta imagen. Finalmente consiguió la cita y la aprobación del proyecto por parte de los reyes, de manera que siempre pensó que su descubrimiento había sido debido, en el fondo, a la intercesión de esta Virgen.

A pesar del aspecto del convento de San Quirce, que enseña una anodina fachada a la calle de San Quirce, se trata, junto a la de Santa Clara, de una de las fundaciones religiosas más antiguas de la ciudad. La iglesia fue realizada por Francisco de Praves entre 1620 y 1632. En el interior conserva un Calvario gótico procedente del edificio que ocupó la comunidad con anterioridad a este.

7- Convento de Santa Catalina

Santo Domingo de Guzmán, 6
La iglesia se visita en horario de culto: 12.30 y 19.00 horas.
Tel.: 983 35 17 08
www.dominicos.org/monjas/conventos/catva.htm

La calle Santo Domingo de Guzmán, angosta, sin aceras y poco frecuentada, conserva a duras penas algo del sabor del Valladolid antiguo. A ello contribuye la larga tapia que delimita su costado derecho. Es la barrera tras la que viven las monjas de clausura del convento dominico de Santa Catalina. Este, junto a los de Santa Clara y Santa María de Belén, aparecen en la novela de Delibes como los tres que frecuenta Cipriano Salcedo para dar a conocer las tesis del doctor Cazalla, y que las monjas acogen con un interés que acabarán pagando.

UNA SÁBANA SANTA EN VALLADOLID
Una de las reliquias más preciadas del convento de Santa Catalina es una réplica de la Sabana Santa expuesta en la capilla en la que está enterrado el licenciado don Juan Acedo Soriano, abogado de la Real Chancillería de Valladolid. Esta réplica llegó a la ciudad en 1567, aunque estuvo custodiada en otro convento de la orden hasta 1993. Su origen está en un intento de Fadrique Álvarez de Toledo de copiar el sudario original, para lo que pidió permiso a su dueño, el Duque de Saboya. Ante un inminente ataque de los lombardos cuando se disponía a hacer la copia pintada sobre este lienzo, don Fadrique mandó extenderlo directamente sobre el original para que, al menos, pudiera decirse que había tenido contacto. La sorpresa fue que al levantar el lienzo, este mostraba una copia perfecta con la imagen del Señor. La misma que puede verse en la capilla.

El de Santa Catalina, con gran desarrollo en el siglo XVI, destacó en la ciudad por el elevado rango social que exigía a las novicias para profesar en él. Una condición que se traducía, de manera directa, en las importantes dotes con que las familias nobles obsequiaban al convento por acoger a sus vástagos. Una primera puerta da acceso a un pequeño jardín y desde él al torno por el que pueden comprarse los turrones y mazapanes que elabora la comunidad, entre otros deliciosos dulces: mantecadas, amarguillos, bocaditos, cocadas, pastas de té, tartas de nata y yema, bizcochos, anguilas -bizcocho decorado-, o el pan de Cádiz, elaborado con una receta exclusiva de este convento. Es fácil saber cuándo el obrador está en funcionamiento por el delicioso aroma que salta las tapias de la clausura para esparcirse por el resto de la calle.

La siguiente puerta que se abre en la tapia es la que da acceso a la iglesia, donde se encuentra, desde 1577, la tumba del escultor de origen francés afincado en Valladolid, Juan de Juni, debajo del Crucificado obra suya que hay frente a la puerta. En la cabecera del templo se ven también las esculturas de Antonio Cabeza de Vaca y María de Castro, patronos de la iglesia, realizadas por Pedro de la Cuadra en el siglo XVII.

8- Convento de Santa Isabel

Encarnación, 6
Tel. 983 35 21 39
Horario: viernes y sábados, 11.00-13.00 horas.
Precio: 3 euros.

El final de la calle de Santo Domingo se abre a un espacio irregular en el que aparecen, la iglesia de San Agustín, al costado derecho, y el convento de Santa Isabel, en el izquierdo.

Capilla de San Francisco. Monasterio de Santa Isabel. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Capilla de San Francisco. Monasterio de Santa Isabel. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

A pesar del estrecho margen que deja el horario de visitas de este convento merece la pena hacer lo posible para no perderse el recorrido por su interior. Y no sólo por el valor artístico de las obras que atesora su pequeño museo –que también- si no, sobretodo, por el encanto y la atmósfera que se respira en el interior de un edificio que la clausura ha mantenido prácticamente intacto desde su fundación en 1472. La paz que siempre emana de un claustro conventual enclavado en el corazón de cualquier ciudad aquí se ve aderezado por la textura tan añosa como bien cuidada de suelos, paredes y techos, a cuyo encanto contribuye también la autenticidad de una vistosa azulejería y el recorrido por algunas de sus dependencias claustrales. Por la puerta que da a la calle Encarnación se accede al torno desde donde también se pueden adquirir la rica repostería que elabora la comunidad. Su especialidad son las isabeles, una pasta típica de Salamanca y Ávila traída al convento por una de las hermanas, y las cocadas, elaboradas con coco rallado y huevo.

9- San Agustín

La iglesia de San Agustín formó parte del convento que había sido fundado en este lugar en 1407. Todo el conjunto sufrió una reedificación entre 1550 y 1627, momento en el que Diego de Praves realizó esta iglesia. Fue a comienzos del siglo XIX cuando una serie de avatares terminaron de arruinarlo por completo casi hasta su total desaparición, entre ellos el expolio llevado a cabo por las tropas de Napoleón, que lo usaron como cuartel, o la Desamortización, que expulsó a los cuatro monjes que quedaban para convertirlo de nuevo en cuartel. De hecho a finales del siglo XX apenas quedaban las paredes del templo. Una remodelación integral ha conseguido recuperar parte de su claustro, ahora instalado en alto, y acondicionar el interior para su uso como moderno archivo Municipal.

10- La capilla de Fuensaldaña

En la calle de la Encarnación, frente al monasterio de Santa Isabel, se ve la fachada exterior de la capilla de Fuensaldaña, un anexo de hechuras góticas que pervivió a las remodelaciones renacentistas que dieron lugar al monasterio de San Benito. En ella cuenta Delibes que fue enterrada Leonor Vivero, madre del doctor Cazalla. Es en el transcurso de sus funerales, a los que acudió una buena parte de la ciudad, cuando se avivan los rumores de que existe un grupo luterano en Valladolid y que los Cazalla están implicados en él. La capilla se integró en las remodelaciones llevadas a cabo para convertir una parte del enorme monasterio de San Benito en el Museo de Arte Contemporáneo Patio Herreriano y su interior es utilizado como una de su salas expositivas.

Mientras se bordea la cabecera de la iglesia de San Benito se deja a un costado la calle dedicada al doctor Cazalla, donde tuvo la vivienda que sirvió también de lugar para celebrar las reuniones secretas de su grupo luterano. Tras su condena, la Inquisición mandó derribarla, sembrar el solar de sal y poner un rótulo con la inscripción “Para siempre jamás”.

Casi frente al pórtico de la iglesia de San Benito un cartel identifica la casa en la que trabajó y vivió el escultor Alonso Berruguete, cuyo retablo para esta iglesia se exhibe en el Museo Nacional de Escultura. Alonso Berruguete fue uno de los más importantes artistas de la ciudad en un momento en el que las ordenes religiosas y la clase pudiente demandaba una ingente cantidad de obras de arte para ennoblecer sus templos, conventos y palacios. Es entonces cuando los talleres se profesionalizan y adquieren una dimensión empresarial que les permite atender varios encargos al mismo tiempo.

11- Fuente Dorada

Desde la plaza de la Rinconada una larga calle se estira hasta la plaza de Fuente Dorada. Además de una las principales vías comerciales y de tránsito de la ciudad es también una de las que ofrecen uno de sus perfiles más tradicionales. A la vista está su larga ringla de soportales en ambas aceras o las galerías acristaladas que han aguantado el paso de los años. Varias de estas galerías pertenecieron a las fondas y pensiones que en esta calle abundaban con más densidad que en otras gracias a su céntrica situación. En el camino de una plaza a la otra se enlazan importantes rincones y monumentos: la plaza del Corrillo, los edificios del Ayuntamiento y de Correos, y la plaza del Ochavo en la desembocadura de la calle de Platerías. En esta zona sitúa el autor de la novela la taberna de Garabito donde, como era costumbre en las tabernas de Valladolid, se señalaba con una rama verde sobre la puerta la llegada de una cuba nueva. Hasta la plaza de Fuente Dorada llega también la comitiva que lleva a Cipriano Salcedo y el resto de los condenados desde la cárcel de la Inquisición hasta la plaza Mayor donde tendrá lugar el Auto de Fe.

Plaza de Fuente Dorada. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Plaza de Fuente Dorada. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

12- La plaza Mayor

La plaza Mayor es el escenario en el que tuvieron lugar los Autos de Fe de 1559, uno de los acontecimientos históricos relacionados con la ciudad más conocidos en el extranjero, especialmente entre países de confesión protestante, por el eco que tuvieron en su momento y aún en los siglos posteriores. El primero de los dos que se celebraron en aquel año tuvo lugar el 21 de mayo, el otro el 8 de octubre. Para el primero de ellos la propia Inquisición puso todos los medios a su alcance con el fin de convertirlo en un espectáculo multitudinario. De hecho, la finalidad de estos juicios públicos no era otra que impresionar a las multitudes de tal manera que la ejecución de las condenas sirviera de ejemplo tanto a los asistentes como a quienes luego iban enterándose de lo allí sucedido. Para aquel Auto de Fe se prepararon gradas todo alrededor de la plaza, mientras que los dueños de las casas alquilaban sus balcones y terrazas a quienes querían asistir. El resto de las fachadas se engalanaron con tapices y banderas. Una vez dispuesto el tablado al que habían de subirse los penitenciados, se inició el desfile que les llevó, entre talanqueras a los lados para contener a la multitud, desde la cárcel de la Inquisición hasta la plaza Mayor. Las cabezas de los acusados iban tocadas con capirotes. El cuerpo se cubría con túnicas moradas, los sambenitos, en los que estaban escritos los pecados de cada cual y la pena exigida. En una mano portaban una vela y en la otra una cruz verde. Los que iban a ser quemados llevaban una soga al cuello. La misa, lectura de los sermones, acusaciones y sentencias de todos los condenados llevó diez horas. Después llegó el momento de ejecutar las sentencias. En los Autos de Fe sólo eran condenados a la hoguera aquellos que no mostraban arrepentimiento. Arrepentirse permitía el privilegio de morir a garrote antes de ser quemado. Si alguno de los condenados ya había fallecido, sus huesos eran desenterrados para incinerarlos, como sucedió con Leonor Vivero, madre del doctor Cazalla. Si el condenado a la hoguera no era localizado o no llegaba a tiempo era quemado en efigie. En Valladolid el lugar reservado para quemar a los condenados estaba situado frente a la puerta del Campo, más o menos donde hoy se levanta la Academia de Caballería y hacia donde se dirige la ruta también desde aquí.

Plaza Mayor y Ayuntamiento de Valladolid. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Plaza Mayor y Ayuntamiento de Valladolid. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

13- La iglesia de Santiago

Sobre la fachada de la iglesia de Santiago que da a la calle del mismo nombre luce la placa que la ciudad de Valladolid dedicó al escritor vallisoletano Miguel Delibes, agradeciendo de esta manera la dedicatoria que el escritor hizo a la ciudad al comienzo de su novela El hereje. El lugar y la calle no son casuales. La calle, peatonal, es una de la más transitadas de la ciudad. La iglesia juega un papel importante en la novela como escenario en el que el doctor Cazalla realizaba sus prédicas cada viernes. La iglesia de Santiago fue levantada con el dinero de importantes banqueros que no escatimaron en gastos a la hora de decorar su interior. El doctor Cazalla fue un hombre culto, dominico, que había viajado a Alemania acompañando al propio Carlos I. Su manera de expresarse y explicar las cuestiones religiosas encandilaba a los vallisoletanos de su época, que abarrotaban el templo para escucharle. Pero sus ideas se separaban cada vez más de lo que predicaba la Iglesia oficial hasta que él y los seguidores que acabaron escuchándole en reuniones secretas fueron llevados a la hoguera.

Placa dedicada por el Ayuntamiento de Valladolid a Miguel Delibes. Calle de Santiago. Iglesia de Santiago con el edificio de la Unión y el Fénix español al fondo. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Placa dedicada por el Ayuntamiento de Valladolid a Miguel Delibes. Calle de Santiago. Iglesia de Santiago con el edificio de la Unión y el Fénix español al fondo. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

14- Iglesia y patio de Las Francesas

Un poco antes de alcanzar el tramo final de la calle, vislumbrando ya la masa arbórea del Campo Grande al fondo, se alcanza el portón de entrada que perteneció al viejo convento de las Comendadoras de Santa Cruz y que hoy da acceso al centro comercial de Las Francesas. La fundación del convento tuvo lugar en el siglo XV de la mano de María de Zúñiga y María de Fonseca con el propósito de alojar en su clausura sólo a mujeres procedentes o relacionadas con familias que poseyeran título de grandeza de España. Aquel convento del siglo XV fue reedificado y ampliado en el XVII, momento del que data la iglesia. El interior de esta, acondicionado en la actualidad como sala de exposiciones, luce una bella decoración barroca, con abundancia de molduras de yeso. El claustro, en torno al que se extiende el moderno centro comercial, fue realizado en el siglo XVI y está articulado en tres pisos de arcos escarzanos y antepechos de tracería gótica. Tras la Desamortización el convento sufrió un rápido declive hasta que en 1865 se marchó la única monja que lo habitaba. A partir de 1886 el convento pasó a ser ocupado por una comunidad de Dominicas francesas y en las últimas décadas del siglo XX derribado, salvo las paredes del claustro y la iglesia para convertirlo en viviendas y centro comercial. El claustro es conocido en la ciudad como el patio de Las Tabas por el característico empedrado del suelo de las pandas, con hileras de piedra y tabas de cerdo, hueso situado entre la tibia y el peroné.

15- Campo Grande

La puerta del Campo o de la Mancebía se encontraba donde hoy finaliza la calle de Santiago al desembocar en la plaza de Zorrilla. En el costado izquierdo de la plaza, donde hoy se levanta la casa Mantilla, se levantaba en el siglo XV la mancebía más importante de la ciudad, regentada por la cofradía de la Consolación, que administraba los beneficios del negocio para hacer obras de caridad.

Ruta teatralizada de El Hereje. Lectura de los condenados al quemadero del Campo Grande. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Ruta teatralizada de El Hereje. Lectura de los condenados al quemadero del Campo Grande. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

En el costado derecho, más o menos entre el espacio que hoy ocupan el lateral del Campo Grande y la fachada de la Academia de Caballería se situaba el quemadero en el que ardían los condenados por la Inquisición, un terreno que en aquella época era un baldío espacioso que se usaba también para la realización de otros actos y espectáculos a los que acudían las masas, como desfiles militares, torneos o corridas de toros.


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