Una mirada a Funchal, la capital de Madeira (Portugal)

Carreiro y carros de cesto con los que se desciende desde Monte a Livramento. Tobogán del Monte. Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Carreiro y carros de cesto con los que se desciende desde Monte a Livramento. Tobogán del Monte. Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Madeira fue descubierta por los navegantes portugueses a comienzos del siglo XV y desde entonces su historia quedó marcada por su condición de archipiélago de paso hacia las tierras del Nuevo Mundo. Un paseo por su capital, Funchal, que aparece tendida sobre una inclinada ladera frente al Atlántico, envuelve al viajero entre sus aires coloniales, de indudable sabor británico.

Funchal, un balcón frente al mar

Jardines, toboganes y vino en la capital de Madeira

© Texto, fotografías y vídeo: JAVIER PRIETO GALLEGO

Cuenta la leyenda que el archipiélago de Madeira fue descubierto por un tropezón. Más bien por un encontronazo. El que tuvo contra las costas del archipiélago el bergantín en el que viajaban el joven inglés Robert Machim y su enamorada, la francesa Anne d’Arfet. Hartos de la incomprensión del padre de ella se habían embarcado en secreto para poner agua de por medio hasta que su barco se estrelló contra el por entonces aún desconocido archipiélago. Una vez repuestos del batacazo, que hizo añicos la embarcación, lo que descubrieron fue un lugar paradisíaco, repleto de abruptas montañas, bosques interminables, acantilados de vértigo y flores tan olorosas que hacían perder el sentido: el jardín del Edén en mitad del Atlántico. Tanto les enganchó que decidieron quedarse a vivir allí para siempre.

 Pero no todos los náufragos de aquel viaje iban tan entregados al amor y las delicias. Un numeroso grupo decidió construir una embarcación con los restos de la anterior y alcanzar un lugar civilizado. Y lo alcanzaron, pero como esclavos tras ser capturados por piratas berberiscos y vendidos en Portugal. Es así como el relato de aquel archipiélago de naturaleza feraz y exótica llegó a oídos del rey portugués don Henrique El Navegante, que rápidamente envió a dos de sus capitanes a hacer pesquisas. Madeira, aquel paraíso de cielos limpios, olores penetrantes, árboles enormes, aves nunca vistas y peces exóticos se convirtió en portuguesa en el invierno de 1418.

Bahía de Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Bahía de Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Tras las primeras inspecciones circunnavegando la isla de Madeira –la más grande de las cuatro que conforman el archipiélago- quedó claro que el único lugar posible en el que poder trazar un asentamiento mínimamente ordenado era una pequeña extensión horizontal de la costa sur poblada, por entonces, de hinojos, funchos en portugués. Aquel campo de hinojos, un pequeño y soleado balcón rodeado de imponentes montañas, dio lugar a la actual capital de la isla, un animado núcleo de población en el que viven, más o menos, la mitad de todos sus habitantes.

Restaurante del hotel Quinta da Bela Vista ubicado en una mansión señorial de 1844. Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Restaurante del hotel Quinta da Bela Vista ubicado en una mansión señorial de 1844. Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Bodegas de vino de Madeira. Bodega de la Madeira Wine Company. Bodegas de San Francisco. Old Blandy Wine Lodge. Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Bodegas de vino de Madeira. Bodega de la Madeira Wine Company. Bodegas de San Francisco. Old Blandy Wine Lodge. Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

 

El otro puntal económico de la isla fue durante siglos el comercio del vino. A mediados del siglo XV se importaron las cepas de malvasía que dieron origen al típico vino de Madeira, aromático, dulce y de color caoba. Pero este no sería lo que es si por el camino no se hubiera cruzado la colonización americana. La “culpa” la tuvieron los barcos ingleses que cargaban aquí las barricas de vino en su viaje hacia América pero con la intención de desembarcarlo a su vuelta en Londres. La razón es que habían descubierto que el viaje –el calor del ecuador, el balanceo del barco y las diferencias de temperatura y humedad- transformaban maravillosamente aquel vino en algo muy superior. De todo esto y mucho más –degustación incluida- se trata en la visita al Museo de Madeira Wine, ubicado en un conjunto de edificios entre los que están las bodegas más antiguas de vino de Madeira y en cuyo recorrido se descubren también cartas de personalidades famosas, documentos de las firmas inglesas que dieron origen a “Madeira Wine Co.”, libros, utensilios, un lagar del siglo XVII y antiguas máquinas utilizadas en la elaboración.

 

Puestos de fruta. Mercado dos Lavradores. Funchal. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Puestos de fruta. Mercado dos Lavradores. Funchal. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Otro lugar imprescindible del recorrido por Funchal es su Mercado de los Lavradores. En origen, era el lugar al que acudían los labradores de toda la isla a vender sus mercancías. Y aunque sigue cumpliendo esta función, es verdad que cada vez se encuentra más tomado por los turistas en busca de fotos coloristas. No es de extrañar. En primer lugar, porque sigue constituyendo un fabuloso muestrario de las variedades hortofrutícolas que se cultivan en Madeira, pródiga en especies tropicales de llamativos colores, olores y sabores. Y todo ello adobado por las vestimentas tradicionales que portan las vendedoras de flores que se instalan alrededor del mercado. Eso sí, como en todos los mercados, las primeras horas de la mañana suelen ser las de mayor intensidad y ajetreo.

Piscina del hotel Quinta da Bela Vista ubicado en una mansión señorial de 1844. Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Piscina del hotel Quinta da Bela Vista ubicado en una mansión señorial de 1844. Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Hotel Quinta da Bela Vista ubicado en una mansión señorial de 1844. Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Pasajeros a bordo de un catamarán que realiza paseos por la costa de Madeira. Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Pasajeros a bordo de un catamarán que realiza paseos por la costa de Madeira. Funchal. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

INFORMACIÓN. Web oficial: www.visitmadeira.pt


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2 Comments

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  1. says: manoli estévez hernández

    Un bonito reportaje; conozco Madeira y también hay que mencionar la amabilidad de los portugueses y observar que está prohibidísimo cortar una florecilla; porque para ellos el mercado de flores es sagrado, como debe de ser, por los maravillosos jardines cuidados que tienen.
    En el botánico hay un espacio reservado solo para orquídeas de distintos tipos y es un éxtasis para la sensibilidad en la belleza.
    Gracias por el reportaje.